sábado, 24 de octubre de 2009

Sábado

Si tuviese un golpe de suerte, del puño de algún extraño, que me visita en la calle, a lo largo de una plaza circular, y me sentase a conversar con él, y agradecerle el disparo, porque sus manos olvidadizas, me llenaron de secretos y nuevas formas de ver, la ausencia de tu pelo en mi memoria matutina.

Y llegaste, llegaste como suele llegar la primavera, los días sábado a mi casa en la noche, con un destello de luz en sus zapatos, y tiernas menciones de futuras e inciertas palabras, impregnadas de la forma de tus senos, y las voces de tus ojos al mirarme.

Entristece el hombre sin la fuerza de estos párpados, nauseabundos, rodeados de calles sin luces, y puentes sin espacios de sombra... entristece, cuando en sábado los potentes músculos de mi oreja, no resuelven entender tu voz silente, ahuecada, en los rizos de un cabello que el viento te ha robado.

Cualesquiera razones de frutas oxidadas en vitrinas de tela negra, cualesquiera excusas inertes, temblorosas o alejadas; es sábado la hora que escoges para decirme, en otras lenguas distintas a las de mis ancestros, que sólo recuerdas mis besos, cuando el placer de otro hombre se ha ido.

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