domingo, 13 de septiembre de 2009

La casa color cian

¿Por qué negarme a recordarte sonreír?

¿Acaso es una acción malévola que vivas en mis evocaciones
y te acaricie con las pestañas del recuerdo que se intenta olvidar?

¿Podría aquel que amó, con las incesantes palabras de peligro en las promesas y aventuras futuras como ensoñaciones medievales, acusar a las imágenes que me reiteran tus ojos tras un largo beso en aquellas tardes sin sol ni viento, en la playa atrás de la casa color cian?

O los amantes descubiertos que se alejaron...

Los que perdieron la llama de su pasión y lograron la sobriedad vana de la rutina

¿Esos amantes me pedirán en cartas anónimas que abandone la idea de verte sonreír en los vidrios de mi ventana y buscar la luz que provee el reflejo, esa luz de tus ojos que anda perdida en mis entrañas, en el sabor de tus besos, aquellas tardes sin sol ni viento, frente a la casa color cian?

O quizá los cielos enfurecidos una madrugada de invierno, agolpando con las uñas de su enojo; destruya las tejas del techo de mi morada y me obligue a salir de aquella casa color cian, dónde pacté con certeza y razón mi amor por tu voz, el espacio entre tus senos, las líneas abajo de tus párpados, las hendiduras de tu oreja izquierda, y la forma instintiva de mirarme velozmente, cuando iniciaba una lectura de Rimbaud...

He descubierto muy tarde; las razones y las formas en las que aún, sigues viva en mi odio añejo disecado en la galería de mi cerebro; y la extrañes de tus caricias se mantiene en los vellos de mi tacto.

Ni siquiera así me lamento, ni entristezco.
Mis ojos presencian la muerte de la casa color cian, luego de prender fuego a las voces de tu alma en los objetos que la decoraban, unos tuyos, otros míos, otros del pecado marital que vivimos en las noches de placer a la orilla de la playa...
en ésta, esa...
Nuestra casa color cian

Y me pregunto si sonreirías, al verme en ésta imagen absurda, enloquecida, paranoica, esquizofrénica, casi lúcida en dolor, y al borde de un ataque de pasión y deseo...

Mientras contemplo con satisfacción el holocausto de nuestro acaecido hogar
y las partículas de carbón vuelan con las brazas algunos metros más allá del cielo raso de tu lejanía, en la que fue tuya, mía, nuestra casa color cian; soy expuesto al descubrimiento de la única verdad en mencionada historia:

No son las lágrimas de mi cuerpo
No es el fuego ajeno de un fósforo estático
No es la ceniza, ni la playa
Nunca fue la casa, ni tus voces en los objetos
Es el amor que aún muerto, recorre como un fantasma
las calles de mi pasado, y las ansias futuras
en negaciones presentes…
Negaciones a vivir acciones desenfrenadas
Y extrañarlas a la noche, contemplando las cenizas
de un fuego que solamente fue, es, y será interno

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  2. Veo la reiteración de temas, el matrimonio, la vida adulta, el fuego, las explosiones, me gustan las circunvoluciones de tu cerebro, esconden cosas interesantes.

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Gracias, enhorabuena.