sábado, 19 de septiembre de 2009

Memoria en blanco

Dentro de las acciones de la rutina, hay un espacio junto al tiempo, cuando se revela en mis ojos, la terminación de un ciclo, de un viaje. Y aunque logro olvidarme con distracciones pasajeras, es inevitable no sentarme a los pies de mi cama, y escurrirme hasta el piso para reflexionar en aquel tiempo que se detiene, y me habla, como si fuese una voz intermitente, para contarme que todo terminó, y que debo continuar.

Y es allí precisamente cuando la nostalgia invade mis ojos, y sin entender el por qué, lloran estos de tal manera, que se hace público mi desconocimiento de un futuro próximo; a pesar que en la habitación no hay nadie más que mi cuerpo tendido sobre el piso, y el tiempo con su voz intermitente que susurra sueños inexistentes en un presente que también se extingue. Y son públicas mis lágrimas, cuando siento que la espesa sensación de soledad, ha dejado en mí memoria los ojos parpadear de aquellos seres que un día atrás, caminaron en este ciclo, junto a mí en este viaje. Y termina.

Pero no es miedo lo que siento. Es un estado de cansancio repuesto. De domingo en la tarde, cuando todo es pausa y las luces difuminadas se encienden, en un cielo que aún mantiene tres colores: un rojizo-naranja, en la mitad de un azul claro y un negro delicado, prudente. Entonces descubro lo que ocurre en mi cabeza. Entiendo las razones de mi nostalgia, ansiedad, y espera solitaria. Y suspiro tirado, tumbado a los pies de mi cama, y las músicas en violines a lo lejos, acompañadas de guitarras suaves y tranquilas, secan mis lágrimas que ya no son públicas, y tomo aire con los pulmones llenos de recuerdos, y se alejan cada uno de ellos, se alejan porque el ciclo se extingue, y la luz de lo pasado se agota, hasta dejar de existir.

Y mi memoria en blanco. Sin voces, sonidos, olores, o rostros en el recuerdo. Y mis pulmones vírgenes de aires mundanos, exhalados por otros seres que me esperan en otro tiempo-espacio, y los veo esperarme en la estación de trenes, para iniciar otro viaje, otro ciclo, uno que quizá termine en nostalgia, en una tarde de domingo, con un cielo de tres colores, y el desconocimiento de mis ojos, al ver mi propio rostro en el espejo, y no recordar quién soy, o si alguna vez fui.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias, enhorabuena.