lunes, 28 de septiembre de 2009

Dos dulces locos amargos

¿Cómo pueden acaso las nubes acariciarse hasta llorar lágrimas en el invierno?
Y luego llamarme en las madrugadas de insomnio con guitarras progresivas, que poseen la armonía de tus gustos, y se sientan a tu lado en una tarde fría, mientras lees, y tomas un mate amargo, caliente, como las voces de nuestros ansiosos deseos de tocarnos..., vernos incluso a lo lejos, en otra calle diferente a la misma que olvidamos en las letras de ficción, en otro tiempo, también de invierno triste... enmascarado en colores ajenos de los trazos de cualquier pintor, o posibles paisajes en otoños cercanos a las sonrisas que tus labios proveen, mientras tus dedos revuelven otro mate, igual de amargo a los dulces locos que lo beben.

¿Cómo se logra en un silencio acaecido construir escalones de privilegios íntimos, para volver del naufragio sumergido por las lágrimas de aquellas nubes en el invierno?
Y luego, bifurcar los caminos de la hoguera circular, en fragmentos de odas, y actos continuos, de mensajes flotantes, casi extraños, invisibles, que tus ojos han dibujado con intocables razones para solamente callar, y sonreír al brindar, con dos tazas de mate, en aquella habitación triangular, donde tu y yo, dos dulces locos amargos, evocan sus miradas, hasta fundirse en un sólo respirar.

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