miércoles, 28 de octubre de 2009

Melodía

Saltos abruptos, azules diestros sin almas

Nubes ajenas, violetas sin prisa bostezan

Melodías, agitando sus alas sordas mueren

En el vacío cuadro de algún recuerdo

Abuela

La anciana toma el teléfono en sus manos (está al revés)

Pasa el tiempo inventando números y nombres

Esperando una voz que reconozca su inexistencia

Luego, duerme escuchando la ausencia de su propia alma.

Estudio No 2

No sé realmente qué quieres decir con esa mirada.

Nunca lo supe... por eso me voy.

Estoy seguro que nunca lo explicarás.

Ni tú misma lo sabes.

Escape

Ninguna voz cantó el placer donde vistieron las lágrimas tus ojos.
Quizá, habían huido lejos; conmigo... cuando fuiste a buscar tu corazón.

Tempo

Ocho días han pasado, desde que, el cielo bajó y las estrellas murieron.
Unas horas han pasado, desde que, tu nombre olvidó mi apellido cambiante.
Ni un segundo a transcurrido, desde que, el viento cesó los gritos de mi recuerdo.

Ocho días, unas horas, ni un segundo.

Será difícil vivir el tiempo, con tantas horas recordándote.

sábado, 24 de octubre de 2009

Sed

Besarnos hasta agotar el oxígeno del agua de nuestros cuerpos
o morir en el desierto de la incertidumbre del silencio.

Gérmenes

Flores en las plazoletas de los ríos

Aguijones de miel de abejas en los floreros

Aguas estancadas en los trenes de pétalos

Lagos en los lienzos de tu cuerpo aún dormido


Tibios regazos de aquél viento arborizado

En hojas Newtonianas que vuelan sin alas

Despiertas en los brazos de un poema

Dibujado con la lluvia que descansa en el suelo


Y soy germen de trigo, o del viento citadino

Para verte inmensa, eterna en los lirios de mis versos

Y planear sobre-vuelos en los muslos de tu cuerpo

Y dormir en fragancias inhabitables

En la lista, de los montes de tu pecho


Y, retumban mudas a lo lejos

Las caricias de mis labios

Los susurros de mis dedos


Sueño la vuelta a tu cuerpo en 80 días

Y hacer epifanías nocturnas

Con los gérmenes de tus silencios

Estudio No 1

Sin letras, ni abismales tesoros urgidos

De números, plausibles, holgados hasta morir

Estudio la risa de tus labios,

Y presiento, una señal, una frase benigna

Un "quiero" enmascarado

Un "hazlo" sugerido


Ni sé cuál arquitecto diseñó tu boca

Ni tampoco, el tiempo de cocción de tu voz

He perdido, las cifras binarias

Del estadista de tu ojo izquierdo

Ya sólo creo haber pedido un espacio

Para firmas en tu espalda, o en tu cuello


Lucha entonces mi mente con las ansias del deseo

Y razones como armas, son victorias prudentes

Y guardo silencio

Y miro fijamente tu sonrisa

Ficcionando quizá,

Una confesión en tu boca

Que me permita, terminar mi investigación

En un experimento, mientras cierras tus ojos

Y yo descubro en la escala de Richter,

El sismo de los ruidos de un beso

Sábado

Si tuviese un golpe de suerte, del puño de algún extraño, que me visita en la calle, a lo largo de una plaza circular, y me sentase a conversar con él, y agradecerle el disparo, porque sus manos olvidadizas, me llenaron de secretos y nuevas formas de ver, la ausencia de tu pelo en mi memoria matutina.

Y llegaste, llegaste como suele llegar la primavera, los días sábado a mi casa en la noche, con un destello de luz en sus zapatos, y tiernas menciones de futuras e inciertas palabras, impregnadas de la forma de tus senos, y las voces de tus ojos al mirarme.

Entristece el hombre sin la fuerza de estos párpados, nauseabundos, rodeados de calles sin luces, y puentes sin espacios de sombra... entristece, cuando en sábado los potentes músculos de mi oreja, no resuelven entender tu voz silente, ahuecada, en los rizos de un cabello que el viento te ha robado.

Cualesquiera razones de frutas oxidadas en vitrinas de tela negra, cualesquiera excusas inertes, temblorosas o alejadas; es sábado la hora que escoges para decirme, en otras lenguas distintas a las de mis ancestros, que sólo recuerdas mis besos, cuando el placer de otro hombre se ha ido.

Anoche

Velos exordios grutas estoicas

Saltos usuales rastros sarcásticos

Vuelos pendientes a suerte han venido

Labios, ojos, dientes

Mordidos truncados mi boca adquiere


Vientos pintados felices entonan

Corceles ahumados ligeros, tus ropas

Alpiste, trigo, hierba seca

Placeres en pieles untadas con cera


Murmullo alegre realiza proezas

Los ritos de verte, desnuda belleza

Fugaces miradas penetran la hoguera

Es nuestro camino, que alumbra tormentas

El último hombre vivo

Bien se ha dicho durante el olvido de mis días en la tierra, que los muertos no han cesado de llorar, acariciando imágenes posibles, en televisores destruidos por la poca luz que existe aún en este lugar. Camino entonces, gritando ecos de lamento y nostalgia, cuando piso los futuros nombres del dolor, y me convierto en otro ser, que vuela hasta la cima de la montaña de basura, donde el último hombre que vive, me espera taciturno, y clama llegar al paraíso, después de mi visita.

lunes, 19 de octubre de 2009

Tiranía

Alaska no se ha mudado de mí

La tarde llega siempre puntual

La mujer vieja no ha muerto

Dios no espera regresar


Nadie a osado hablar

Nadie figura en la lista de espera

Nadie ríe a la sombra de otro

Nadie vive

Ni siquiera tú


Las migajas todavía caen al suelo

Los dineros aún son invisibles

Las palabras siempre tan vacías

Las imágenes, fantasías etéreas


Tiranía

Tiranía

Tiranía


Saber que regresas

y esperas que mi amor por ti siga intacto

Pizarras

Cenizas gloriosas yertas arcadias

Jinetes plausibles viriles ahogados

Torres narcisas fluctuantes caídas

Osos presentes ciegos sin patas


Ninguna Pizarra llama tu nombre

Cenizas, jinetes, torres y osos

Esperan

Suicidas tortuosos gritones ansían

Ser humanos para morir pensandote

Un amor viví

Quisiera decir que hoy es una tarde lluviosa, y que aquél frío bajo cero, otorga planicies de recuerdos y algunos islotes de hielo, para morir congelado sin recordarte cada vez que intento dormitar.

Yo, a veces -cuando Dios se aleja de los hombres por su propio llanto y descubre otros soles en los ojos de un bebé- me siento a pensar cuando camino y avanzo lento hasta detenerme, para concluir que no reconozco este sitio, porque haces falta tú, quién suple todo el espacio vacío de la inmensidad o la nada.

Un amor... un amor en tono de gitanos, y zapateos de nostalgia.

Un amor, en un día como este, tan soleado... lleno de esplendor por doquier y ausente de la lluvia que a cántaros invade mi alma en silencio...

Un amor lejano, frente de mí... inalcanzable.

Un amor, que camina dándome la espalda, hasta dejarme morir en el calor de verano,
y la hipotermia de nuestro fin.

martes, 13 de octubre de 2009

Poema

Quizá nadie ha escuchado de mis letras esta confesión,
lo cuál me alienta en tono frágil para sonreírte al oído
y agradecer la belleza que me has entregado
mientras recorrías el camino de mi mente a mis dedos
de mi ausencia hasta el reflejo de mi espejo

No sé si llamarte con mi nombre, o inventarme uno de Mujer
Y deleitar mi voz al pronunciarte, las finas cuerdas de una viola
en los trozos de un lector, que evoca sus frustrados sueños
y los revive al pensar en ti, al leerte, y amarte con sus ojos
para llevarte hasta su alma, y encarcelarte en un infinito dormitar

Tu morada es incierta cuando temeroso te elevo en mi voz
y alguien desconocido te encuentra milagrosamente y pare su fe
y da a luz bellos hijos, sensaciones instantáneas, permanentes al evocar
trazos rectos de colores y ella... ella, que siempre está

Poema, febrilmente agradezco cuando callas
y te conviertes en sus labios, su pelo, el olor de su cuello
para dictarme desde lo lejos, las primicias cubiertas
del único poema que a mi voz le es familiar; tú

Cenizas al aire

Puedes esperar más tiempo, del que ha planeado tu espera
y divagar por los etéreos y frágiles escalones de la in-certeza
añorando apretujar con los dedos del vaivén llamado destino;
si sólo no eres consciente de la prisa del tiempo, y la urgencia de llegar

De repente, en la clara in-certeza que asemeja una luz de bombilla
todo se posa en la imagen de una hoguera sin fuego, motilada por la lluvia
Oyendo letras carbonizadas por las inocentes ideas de volar
Ausentarse de aquella superficie, que nos hace hombres inertes

Huyo, y sigo sin alejarme
Me alejo, y sigo sin moverme
Me muevo, y sigo sin saber a donde me dirijo
Huyo, y estático espero cenizas al aire

Así que pateo, de repente las carbonizadas letras llenas de ansias
porque se guardan en cajones burdos las acciones del próximo disparo
y huyo, de la mira que me apunta con mis propios ojos,
huyo del disparo ingenuo que está trazado en algún poema sin firmar

Huyo, y sigo sin alejarme
Me alejo, y sigo sin moverme
Me muevo, y sigo sin saber donde me dirijo
Huyo, y estático espero cenizas al aire

Y en medio del bullicio de mis propios silencios
un estallido fuerte compone una frazada de lamento
y me atraviesa la frente pintando la calle con un río de sangre
como voces que se aglomeran en la hoguera extinta, carbonizada

Y un fuego desaparecido, agoniza en la in-certeza de otro que espera
y un soplo del viento humedecido, lo bendice en una paupérrima chispa
que se retrata con algún miedo oculto, de la espera que no llega
del otro, que tiene mis ojos, y me apunta sin titubear

...y huyo, y sigo sin alejarme
Me alejo, y sigo sin moverme
Me muevo, y sigo sin saber donde me dirijo
Huyo, y estático espero cenizas al aire

Callan todos los que esperan, en un desconcierto eterno
y el disparo vacía mi humanidad hasta hacerla un fuego viejo
y mi alma vuela libre, con las ansias que se nublan a la noche
y me ves, tú, en aquellas cenizas sin color
como si fuese parte del viento, de algo que nunca existió

viernes, 2 de octubre de 2009

Epifanía

Los poetas, en su gran mayoría piensan que los versos, manifiestan las inquietudes de su alma. Los que negamos ser poetas y aceptamos la nostalgia de unas letras que no son mías, ni de ellos, tampoco vuestras; pensamos que los versos son exhalaciones de un dolor que metamorfosea en otro reflejo, no del alma, sino del espíritu abatido.

Y escriben ellos. Y escribimos nosotros. Y nadie cambia. Y el mundo sigue siendo el mismo. Y la muerte es muerte. Y la vida, un misterio eterno.

Y leen ellos. Y leemos nosotros. Y nadie cambia. Y el mundo sigue siendo el mismo.
Y la muerte es muerte. Y la vida, unas letras más.

Y el poeta desnudo, al lado del que niega ser poeta, también expuesto, como en un cuadro pictórico; descubre en una mente entenebrecida -que nombre de poeta nunca llegará a tener- que la muerte en aquellas letras es vida, y que la vida (en unas letras más) bajo el misterio eterno; se hace evidente ante sus ojos, y su alma y su espíritu logran cantar, como si llegara la muerte, un himno de epifanía a los dioses de aquellos poetas que sólo escriben, sin pretender algo más.

Quietud.

¿Alguna vez se mencionó en el tumulto de las voces del universo;
las asesinadas, las exaltadas, o las normales que habitan las calles de la vida a blanco y negro, si hay una respuesta a la pregunta de otro fénix que también murió en las brasas de cenizas de volcanes con nombres de niños y mamás?

Alguien, osado en sus pensamientos, los expulsó para indicar la respuesta a ésta pregunta que atormenta la eternidad en un infierno pasivo y estático, acaso también invisible que nadie parece verlo llegar.

Y soy yo el primero en experimentar, la dura nausea de la responsabilidad frente al camino a oscuras en tinieblas, lleno de tropiezos y ajenos, urgidos y déspotas olvidos de la felicidad.

Qué debo hacer si he transcurrido tantos kilómetros en busca de una difusa certeza, confusa razón, y al sobrevivir, de repente unas luces gigantescas prenden los focos con tanto odio, que la luz atraviesa mis pupilas y las enceguece por varios minutos.

Recupero la conciencia, y me sumergo en la duda incesante de la desición:
El es final del camino. ¿Giro a la derecha en línea recta? o ¿viro a la izquierda en línea recta? O regreso por la oscura niebla, la cual estuvo a punto de arrebatar mi espíritu. O tal vez, dar un paso más y caer al abismo.

Y lloro, como un bebé sin nacer, acuchillado por un instrumento quirúrgico, lloro de lamento, y de ansiedad, cae la noche, y tendré que decidir.

Una lágrima cae al abismo, y no escucho su fondo, ni su fin.
Entonces me decido. Prefiero lanzarme y nunca caer, a quedarme muerto, estático, por la ira de la confusión.

Y temo, y soy cobarde.

¿Hay alguien ahí?

¿Alguien dueño de alguna voz?

Alguien que por piedad, sólo imprima una pequeña fuerza en mi espalda, y me salve de esta profundad quietud.